En este sentido, para la doctora Elizabeth
Kubler Ross (1989), quien tiene un enfoque humanista sin desligarse por
completo de la teoría psicoanalítica, el proceso de dolor siempre va acompañado
de sentimientos de ira, lo cual es difícil de aceptar, porque aun cuando es
parte del proceso, es rechazado por la sociedad.
Estas 5 etapas del duelo fueron
propuestas por primera vez por Kübler-Ross en su libro de 1969 “On Death
and Dying” donde, basado en su trabajo con pacientes en fase terminal, esta autora
afirmó que luego de la muerte se inicia un proceso por el cual la gente lidia
con esta pérdida.
Negación
Cuando una persona se entera de la enfermedad
terminal o muerte de un ser querido, su primera reacción es negar la realidad
de esta noticia devastadora.
La negación consiste en el rechazo consciente
o inconsciente de los hechos o la realidad de la situación. Este mecanismo de
defensa busca amortiguar el shock que produce la nueva realidad para sólo dejar
entrar en nosotros el dolor que estamos preparados para soportar. Se trata de
una respuesta temporal que nos paraliza y nos hace escondernos de los hechos.
La frase que podría resumir la esencia de esta etapa es “Esto no me puede estar
pasando a mí”.
En este primer momento, el mundo pierde
sentido y nos abruma. Nos preguntamos cómo podemos seguir adelante. No es que
estemos negando que la muerte o la pérdida se hayan producido, sino que nos
invade un sentimiento de incredulidad de que la persona que amamos no la
veremos nunca más. Los sentimientos de esta etapa nos protegen brindando a
nuestro cuerpo y mente un poco de tiempo para adaptarse a esta nueva realidad
sin la persona fallecida. Luego el doliente comienza a sentirse como si
lentamente estuviera despertando, recordando lo sucedido progresivamente.
Si bien la negación es una parte normal del
proceso de duelo es importante destacar que si el doliente perdura
durante mucho tiempo en ella puede llegar a ser perjudicial ya que al no
aceptar lo que les ha ocurrido, no son capaces de enfrentar esta pérdida y
seguir adelante. Cuando esta negación se hace persistente, la represión podría
también dar lugar a enfermedades físicas como malestar estomacal, dolor de
pecho o hipertensión.
IRA.
Cuando ya no es posible ocultar o negar esta
muerte comienza a surgir la realidad de la pérdida y su consecuente dolor.
Si bien los sentimientos de enojo estarán
presentes con distinta intensidad durante todo el proceso de duelo, es en esta
etapa donde la ira toma el protagonismo dirigiéndose este enojo al ser querido
fallecido, a nosotros mismos, a amigos, familiares, objetos inanimados e
inclusive a personas extrañas. Se siente un resentimiento hacia la persona que
nos ha dejado causando un inmenso dolor en nosotros, pero este enojo se vive
con culpa haciéndonos sentir más enojados aún. La frase que podría contener la
esencia de esta etapa es “¿Por qué yo? ¡No es justo!”, “¿Cómo puede sucederme
esto a mí?” Esta comprensión del “por qué” de las cosas puede ayudarte a
encontrar una cierta paz.
Puedes preguntarte, “¿Dónde ha estado Dios
cuando me sucedía esto?”. De acuerdo a la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, es
importante que los familiares y amigos del doliente dejen que éste exprese
libremente su ira sin juzgarlo o reprenderlo ya que este enojo no sólo es temporal,
sino que, principalmente, necesario. Debajo de esta ira ilimitada se encuentra
el dolor producido por esta pérdida. Si somos capaces de identificar esta ira y
expresarla sin temores podremos comprender que ella es parte del proceso de
curación.
Para eso se pueden emplear diversos métodos de
expresión como escribir una carta al ser querido fallecido para expresar tu
enojo, establecer un diálogo imaginario con ellos para compartir tus
sentimientos, hablar con un amigo o familiar, realizar ejercicios físicos o
bien practicar la meditación como un camino para calmar y canalizar estas
emociones abrumadoras.
NEGOCIACIÓN
En esta etapa surge la esperanza de que se puede posponer o
retrasar la muerte de la persona moribunda.
La etapa de negociación puede ocurrir antes de la pérdida, en
caso de tener a una familiar con enfermedad terminal, o bien después de la
muerte para intentar negociar el dolor que produce esta distancia. En secreto
el doliente busca hacer un trato con Dios u otro poder superior para que su ser
querido fallecido regrese a cambio de un estilo de vida reformado. Este
mecanismo de defensa para protegerse de la dolorosa realidad no suele ofrecer
una solución sostenible en el tiempo y puede conducir al remordimiento y la
culpa interfiriendo con la curación.
Se desea volver a la vida que se tenía antes de que muriera el
ser querido y que éste vuelva a nosotros. Se concentra gran parte del tiempo en
lo que el doliente u otras personas podrían haber hecho diferente para evitar
esta muerte. Las intenciones de volver el tiempo atrás es un deseo frecuente en
esta etapa para así haber reconocido a tiempo la enfermedad o evitar que el
accidente sucediera. La frase que resume esta etapa es “¿Qué hubiera sucedido
si…?” Nos quedamos en el pasado para intentar negociar nuestra salida de la
herida mientras pensamos en lo maravillosa que sería la vida si éste ser
querido estuviera con nosotros.
Esta fase del duelo suele ser la más breve de todas las etapas
ya que se trata del último esfuerzo para encontrar alguna manera de aliviar el
dolor por lo que supone un trabajo agotador para la mente y el cuerpo al tener
que lidiar con pensamientos y fantasías que no coinciden con la realidad
actual.
DEPRESIÓN
El doliente comienza a comprender la certeza de la muerte y
expresa un aislamiento social en el que se rechaza la visita de seres queridos.
Se siente tristeza, miedo e incertidumbre ante lo que vendrá.
Sentimos que nos preocupamos mucho por cosas que no tienen demasiada
importancia mientras que levantarse cada día de la cama se siente como una
tarea realmente complicada. Estos sentimientos muestran que el doliente ha
comenzado a aceptar la situación. La frase que contiene la esencia de esta
etapa es “Extraño a mi ser querido, ¿por qué seguir?”
En esta etapa la atención del doliente se vuelve al presente
surgiendo sentimientos de vacío y profundo dolor. Se suele mostrar impaciente
ante tanto sufrimiento sintiendo un agotamiento físico y mental que lo lleva a
dormir largas horas. Además la irritabilidad y la impotencia toman un gran
protagonismo ya que durante esta etapa se enfrenta a la irreversibilidad de la
muerte.
Si bien el doliente siente que esta etapa durará por siempre es
importante considerar que la depresión de este proceso de duelo no es sinónimo
de enfermedad mental sino que se trata de una respuesta adecuada a una
gran pérdida por lo que las emociones de la depresión deben ser experimentadas
para sanar. Sé paciente contigo mismo y recuerda que sentir esta depresión es
la manera de salir de ella.
ACEPTACIÓN
Es el momento en donde hacemos las paces con esta pérdida
permitiéndonos una oportunidad de vivir a pesar de la ausencia del ser querido.
El doliente llega a un acuerdo con este acontecimiento trágico
gracias a la experiencia de la depresión. Esta etapa no significa que estamos
de acuerdo con esta muerte sino que la pérdida siempre será una parte de
nosotros. Este proceso nos permite reflexionar sobre el sentido de la vida así
como lo que queremos de la vida a partir de ahora. La frase que resume la
esencia de esta etapa es “Todo va a estar bien”.
Esta etapa consiste en aceptar la realidad de que nuestro ser
querido se ha ido físicamente por lo que debemos comprender que esta nueva
realidad que vivimos sin él será nuestra realidad permanente de ahora en
adelante. Se trata de aprender a convivir con esta pérdida y crecer a través
del conocimiento de nuestros sentimientos. Comenzamos a depositar nuestras
energías en nuestras amistades y en nosotros mismos estableciendo una relación
distinta con la persona fallecida.
La rutina diaria toma un mayor protagonismo en la vida del
doliente mientras que ya no se invocan los recuerdos del ser querido con
sentimientos de culpa. Esta introspección te permitirá realizar una evaluación
de tu vida y analizar cuál es el crecimiento obtenido durante este proceso a
partir del cumplimiento de asuntos irresueltos. Esto se debe a que puedes
observar que las cosas malas le suceden a la gente buena y a la gente mala
también, por lo que la muerte no es percibida como un “castigo” sino como parte
de la vida.
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